Final de la Copa del Mundo, EEUU, 1994. (Mike Powell, 1994)

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17 de julio de 1994, final del mundial de fútbol, Estadio Rose Bowl, Pasadena, EEUU. Definición desde los doce pasos. Era el quinto penal para Italia. Massaro acaba de fallar para la «azurri» y Dunga había puesto en ventaja a Brasil. El «Scratch» ganaba 3-2 en la tanda de penales y el turno era de Roberto Baggio, la estrella de la selección italiana.
Esta foto fue capturada apenas unos segundos luego de ejecutado el penal. El arco está vacío, Claudio Taffarel -arquero de Brasil- arrodillado con sus brazos al cielo, Roberto Baggio parado estático, inmóvil, mirando el suelo. El arbitro pitando el final del encuentro, y del mundial. La copa se iría para Brasil, que en ese momento se convertía en tetracampeón del mundo.

“Cuando fui hacia el punto de penalti estaba todo lo lúcido que se puede estar en esos momentos. Sabía que Taffarel se tiraba siempre, por eso decidí tirarlo al medio, a media altura, justo para que no pudiera despejarlo con los pies. Era una elección inteligente. Sin embargo, el balón, no sé cómo, se elevó tres metros y se fue arriba. He fallado pocos penaltis, pero cuando los fallaba me los paraban, no se iban a las nubes.

Los brasileños dicen que fue Ayrton Senna desde el cielo el que elevó la pelota. Quién sabe. Es la explicación romántica a una acto inexplicable, a no ser por el cansancio. Era el primer lanzador de penalti en el equipo y nunca he escapado de la responsabilidad. Siempre he dicho que los penaltis los fallan los que tienen el coraje de tirarlos. Aquél lo fallé. Fue el momento más duro de mi carrera, me condicionó durante años. Todavía sueño con él”.

Niño con granada de mano de juguete en Central Park. (Diane Arbus, 1962)

 

Esta es una de las fotografías más famosas de la fotógrafa neoyorquina Diane Arbus. La misma fue tomada un día cualquiera en el Central Park. El niño se llama Colin Wood, es hijo del famoso tenista Sidney Wood, y se encontraba jugando en el parque como cualquier otro niño. Arbus mantuvo al modelo parado y empezó a moverse alrededor de él al mismo tiempo que iba disparando el obturador, diciéndole que estaba buscando el mejor ángulo. En un momento el niño se impacientó y le exclamó: «Tome la foto de una vez», y eso fue lo que hizo la fotógrafa en ese momento exacto. La exclamación, la gestualidad y la granada en su mano derecha le dan al niño un aspecto demencial. Sin embargo, este aspecto no tiene nada que ver con las demás fotos del mismo negativo en las cuales se lo ve, a primera vista, como un niño tranquilo y feliz. Años más tarde, Colin dice no recordar aquella tarde y asegura que, con la perspectiva del tiempo, entiende que Arbus debió reconocer en él la tristeza y ansiedad (sus padres acababan de divorciarse) que ella misma sentía.

 

Niño con granada de mano: Hoja de contacto. El momento de la toma fue importante, pero la elección de Arbus manifiesta la importancia de la edición como parte del trabajo autoral.

Niño con granada de mano: Hoja de contacto. El momento de la toma fue importante, pero la elección de Arbus manifiesta la importancia de la edición como parte del trabajo autoral.

 

«Nunca he tomado una foto como pretendía. Siempre son mejores o peores.»

Diane Arbus

Alfredo Zitarrosa. (Jaime Niski, entre 1965 y 1967)

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«Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa…

Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco…

Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma…

Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables…

Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión…

Y no halló nada… No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre, ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie… ni a los muertos Fernández más recientes… A mí tampoco me encontró… Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida… Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles… Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo…

Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas… y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales… la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra a la luz del farol… y se echará en el piso como un perro… y aguardará hasta la madrugada…

Hoy… dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre…»

 

Fragmento de la canción «Guitarra Negra» de Alfredo Zitarrosa

Escuchar «Guitarra Negra»

Ciudad de London. (Robert Frank, 1951)

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“El blanco y negro son los colores de la fotografía. Para mí simbolizan las alternativas de esperanza y desesperación a la que la humanidad está sometida para siempre. La mayoría de mis fotografías son de gente; vista de un modo muy simple, como a través de los ojos del hombre de la calle. Hay una cosa que la fotografía debe contener, la humanidad del momento. Esa clase de fotografía es realismo. Pero el realismo no es suficiente, tiene que haber visión, y los dos juntos pueden hacer una buena fotografía. Es difícil describir esta delgada línea donde el tema acaba y comienza la propia mente.”

Robert Frank

100 aniversario de la Torre Eiffel. (Elliot Erwitt, 1989)

FRANCE. Paris. 1989. Eiffel tower 100th anniversary.

 

– ¿Cuál es la mejor fotografia que no hizo?:
– Una foto de Mao Tse Tung besando a la reina Isabel II.

– ¿Con qué fotógrafo le gusta más trabajar? ¿Cual tiene un punto de talento?:
– La mayoría de los fotógrafos trabajan mejor solos, yo incluido. ¿Qué es un “punto de talento”?

– ¿Qué le mantiene despierto por la noche?:
– Mi perro Sammy. Ha llegado a roncar en su vejez.

– Si no hubiese sido fotógrafo, qué le hubiese gustado ser?:
– Una bailarina profesional

– ¿Tiene una filosofía de vida?:
– Sí. Disparar primero y preguntar después.

– ¿Cómo germina las ideas para su trabajo?:
– Mi “trabajo” es sobre ver, no sobre ideas.

– Usted en tres palabras:
– Pregunte a mi esposa.

– ¿Qué consejo le daría a usted mismo a los 16 años de edad?:
– Asegúrese de quitar la tapa del objetivo antes de fotografiar.

Extracto de una entrevista a Elliot Erwitt.

Autorretrato. (Alfred Stieglitz, 1907)

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“Permítanme aquí llamar la atención sobre uno de los errores más universalmente populares que tiene que ver con la fotografía – sobre la clasificación supuestamente excelente del trabajo como profesional, y la utilización del término de amateurs (aficionados) para transmitir la idea de trabajos inmaduros y para excusar fotografías atrozmente pobres. Como una cuestión de hecho, casi todo el mejor trabajo que se está haciendo, y que siempre se ha hecho, ha sido por aquellos que siguen la fotografía por el amor a ella, y no sólo por razones meramente financieras. Como su nombre lo indica, un amateur es alguien que trabaja por amor, y visto desde esta perspectiva la inexactitud de la clasificación popular es evidente.”

Sobre los aficionados, Alfred Stieglitz, 1899.

El pequeño parisino. (Willy Ronis, 1952)

 

El fin de la Segunda Guerra Mundial hace que Willy Ronis retome la fotografía tras haber tenido que colgar la cámara y huir de París por su origen judío. En 1946 entra a formar parte de la agencia Rapho, junto a Robert Doisneau y Brassaï. El humanismo que impregna su estilo es indiscutible. Ronis retrata la vida cotidiana, como por ejemplo al “Pequeño Parisino”, un niño que corre llevando debajo del brazo una baguette más grande que él. “La aventura no solo se mide en kilómetros”, dirá sobre su fotografía. “Las fuertes emociones no se encuentran solo en el Partenón. La emoción, si eres digno de ella, será sentida detrás de la sonrisa de un niño que vuelve a casa con los libros del colegio, un tulipán en un jarrón tocado por un rayo del sol, o el rostro de una mujer enamorada”.

Sus retratos son eso: niños que corren por los barrios populares de la capital, que se esconden para jugar debajo de unas escaleras, el beso de una pareja de enamorados, y como escenario siempre París. “En los diferentes géneros en los que he trabajado, no me gustaba mucho el retrato posado. Me gustaba mucho más el movimiento, la gente en la calle, los hechos, las cosas que se mueven. Es el fotógrafo quien hace la fotografía, no el aparato”, sentenciaba.

(vía: https://juan314.wordpress.com/2013/01/21/el-pequeno-parisino-petit-parisien-by-willy-ronis-1952/)