Autorretrato. (Alfred Stieglitz, 1907)

self-portrait

“Permítanme aquí llamar la atención sobre uno de los errores más universalmente populares que tiene que ver con la fotografía – sobre la clasificación supuestamente excelente del trabajo como profesional, y la utilización del término de amateurs (aficionados) para transmitir la idea de trabajos inmaduros y para excusar fotografías atrozmente pobres. Como una cuestión de hecho, casi todo el mejor trabajo que se está haciendo, y que siempre se ha hecho, ha sido por aquellos que siguen la fotografía por el amor a ella, y no sólo por razones meramente financieras. Como su nombre lo indica, un amateur es alguien que trabaja por amor, y visto desde esta perspectiva la inexactitud de la clasificación popular es evidente.”

Sobre los aficionados, Alfred Stieglitz, 1899.

La habitación de mi tía abuela.

 

 

Ésta es la habitación de mi tía abuela Nelly, que hoy, tendría 90 años. Dormí unas noches en su cama, miré por su ventana. Contemplé los retratos de niños en las paredes, entre los cuales están mi papá y mi tía. Abrí sus cajones, revisé sus cosas. En el cajón de la mesa de luz, encontré una postal con fecha del 25 de diciembre de 1976 en la cual le deseaba a su madre -mi bis abuela- una feliz navidad y próspero año nuevo. También le decía que la quería mucho y que esperaba visitarla pronto. Me vi reflejado en su espejo, sentí su presencia. En la tarde que volvía a casa, minutos antes de partir, tomé ésta fotografía.

El pequeño parisino. (Willy Ronis, 1952)

 

El fin de la Segunda Guerra Mundial hace que Willy Ronis retome la fotografía tras haber tenido que colgar la cámara y huir de París por su origen judío. En 1946 entra a formar parte de la agencia Rapho, junto a Robert Doisneau y Brassaï. El humanismo que impregna su estilo es indiscutible. Ronis retrata la vida cotidiana, como por ejemplo al “Pequeño Parisino”, un niño que corre llevando debajo del brazo una baguette más grande que él. “La aventura no solo se mide en kilómetros”, dirá sobre su fotografía. “Las fuertes emociones no se encuentran solo en el Partenón. La emoción, si eres digno de ella, será sentida detrás de la sonrisa de un niño que vuelve a casa con los libros del colegio, un tulipán en un jarrón tocado por un rayo del sol, o el rostro de una mujer enamorada”.

Sus retratos son eso: niños que corren por los barrios populares de la capital, que se esconden para jugar debajo de unas escaleras, el beso de una pareja de enamorados, y como escenario siempre París. “En los diferentes géneros en los que he trabajado, no me gustaba mucho el retrato posado. Me gustaba mucho más el movimiento, la gente en la calle, los hechos, las cosas que se mueven. Es el fotógrafo quien hace la fotografía, no el aparato”, sentenciaba.

(vía: https://juan314.wordpress.com/2013/01/21/el-pequeno-parisino-petit-parisien-by-willy-ronis-1952/)