El pequeño parisino. (Willy Ronis, 1952)

 

El fin de la Segunda Guerra Mundial hace que Willy Ronis retome la fotografía tras haber tenido que colgar la cámara y huir de París por su origen judío. En 1946 entra a formar parte de la agencia Rapho, junto a Robert Doisneau y Brassaï. El humanismo que impregna su estilo es indiscutible. Ronis retrata la vida cotidiana, como por ejemplo al “Pequeño Parisino”, un niño que corre llevando debajo del brazo una baguette más grande que él. “La aventura no solo se mide en kilómetros”, dirá sobre su fotografía. “Las fuertes emociones no se encuentran solo en el Partenón. La emoción, si eres digno de ella, será sentida detrás de la sonrisa de un niño que vuelve a casa con los libros del colegio, un tulipán en un jarrón tocado por un rayo del sol, o el rostro de una mujer enamorada”.

Sus retratos son eso: niños que corren por los barrios populares de la capital, que se esconden para jugar debajo de unas escaleras, el beso de una pareja de enamorados, y como escenario siempre París. “En los diferentes géneros en los que he trabajado, no me gustaba mucho el retrato posado. Me gustaba mucho más el movimiento, la gente en la calle, los hechos, las cosas que se mueven. Es el fotógrafo quien hace la fotografía, no el aparato”, sentenciaba.

(vía: https://juan314.wordpress.com/2013/01/21/el-pequeno-parisino-petit-parisien-by-willy-ronis-1952/)

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